Bajo la superficie de Jerusalén cientos de personas deambulan por túneles, cámaras abovedadas y alcantarillados milenarios.
4 de junio de 2011, ISRAEL
Los visitantes dan vida a una ciudad subterránea invisible y muy diferente a la que se extiende en la superficie. En esta otra ciudad el ruido se aleja, el feroz sol del Medio Oriente desaparece, y la luz proviene de lámparas fluorescentes. Hay olor a tierra y a moho, y la geografía recuerda una ciudad judía que existió hace 2,000 años.
Para Israel, los túneles son la prueba de la profundidad de las raíces judías, que se han convertido en una importante atracción turística: el número de visitantes, sobre todo judíos y cristianos, ha aumentado dramáticamente en los últimos años, sumando más de un millón en el 2010.
Muchos palestinos, que rechazan la soberanía de Israel en Jerusalén, ven estos túneles como una amenaza a sus propias demandas sobre la ciudad. Y algunos críticos dicen que se hace mediante esta ciudad enterrada un énfasis exagerado en la historia judía.
Pero no para de crecer. Pronto se abrirá un nuevo enlace subterráneo, y cuando eso suceda, habrá más de una milla (dos kilómetros) de pasajes que se pueden recorrer por debajo de la ciudad. Y las autoridades dicen que al menos hay otro proyecto importante en el subsuelo que está en marcha, así que en un futuro cercano se podrá pasar gran parte de tiempo en Jerusalén sin ver el cielo.
LA HISTORIA SE HACE PRESENTE
Al sur de la Ciudad Antigua, los visitantes de Jerusalén pueden acceder a un túnel abierto por un rey de Judea hace 2,500 años y caminar con el agua hasta las rodillas bajo el barrio árabe de Silwan. A partir de este verano, se abrirá un nuevo pasaje en las inmediaciones: el antiguo alcantarillado que se cree utilizaron los rebeldes judíos para huir de las legiones romanas que destruyeron el templo de Jerusalén en el año 70 D.C.
El alcantarillado conduce cuesta arriba, pasando por debajo de los muros de la Ciudad Antigua, y arroja a los visitantes a la luz del sol justo al lado del recinto rectangular donde una vez estuvo el templo judío, ahora el hogar de la Mezquita Al-Aqsa y la Cúpula de la Roca.
A corta distancia de la Cúpula de la Roca hay un tercer pasaje, el túnel del Muro de las Lamentaciones, que continúa hacia el Norte desde el santuario judío, pasando las piedras cortadas por los albañiles del Rey Herodes y un antiguo sistema hidráulico. Los visitantes emergen cerca de la entrada de una antigua cantera llamada la Cueva de Sedecías, que desciende por debajo del Barrio Musulmán.
© Protestante Digital 2011