Contienen endocannabinoides, sustancias que provocan un «deseo insaciable» de ingerir comidas grasas
7 de julio de 2011, MADRID
Comer patatas fritas se asemeja a lo que es fumar marihuana, te convierte en dependiente . Un grupo de investigadores italianos y estadounidenses del Instituto Italiano de Tecnología de Génova en colaboración con la Universidad de California en Irvine ha descubierto por qué las comidas grasas producen tanta satisfacción y por qué es muy difícil dejar de comerlas.
Que levante la mano quien haya abierto una bolsa de patatas y no ha podido parar hasta que no quedaba ninguna en el paquete. ¿Qué nos ocurre? La respuesta está en los endocannabinoides, sustancias producidas por el intestino, llamadas así porque tienen efectos similares a los cannabinoides que presenta la marihuana.
Todo empieza en la lengua , cuando una patata frita (u otros tipos de sustancia grasa) es ingerida. En ese mismo momento genera una señal que viaja primero al cerebro y desde ahía estimula el nervio vago, llegando el impulso hasta el intestino para estimular la producción de endocannabinoides.
Estos últimos activan otras células, que a través de sustancias químicas, provocan un «deseo insaciable» de comer patatas fritas, según se indica en el experimento publicado en la revista «Proceeding of the National Academy of Sciences», pero también ocurre con otros alimentos ricos en grasas, sobre todo aquellos conocidos como «comida basura».
Los endocannobonides (en particular el anandamide) intefieren en la producción de hormonas que favorecen la sensación de saciedad al actuar disminuyendo la sensación de hambre , y es por esto que juegan un papel importante en la regulación de la ingesta de comidas grasas.
El estudio ha demostrado además que el suministro de un antagonista de los receptores de los endocannabinoides reduce la necesidad de comer grasa.
La investigación asegura que a largo plazo las patatas fritas son el alimento que más engorda, seguidas de otros tipos de patatas, bebidas azucaradas y de la carne conservada y no conservada.
Fuentes: El Mundo
© Protestante Digital 2011