La copa de José
Profesionales del ocultismo, ávidos por hacer coincidir sus desajustes mentales con el libro de Dios, utilizan la Biblia como un método más de adivinación. Lo llaman Bibliomancia.
La Bibliomancia tiene su origen en la Edad Media. Para juzgar la culpabilidad o inocencia de las personas acusadas de brujería, se colocaba al sospechoso sobre un platillo de una gran balanza sólida, y en el otro platillo un ejemplar de la Biblia. Si el peso del reo era mayor que el del libro, lo que resultaba obvio, era declarado culpable. No es necesario decir que con tal sistema de adivinación no había ni un solo inocente, por muy delgada y canija que fuera la persona y por muy voluminoso que fuese el libro.
También recibió el nombre de Bibliomancia una fórmula adivinatoria consistente en ir repasando las páginas de la Biblia con una aguja de oro y apropiarse de la primera frase que surgiera al azar. Para Luis Alberto Ruiz, “la Bibliomancia se esfuerza en encontrar sentidos figurados y simbólicos en el Antiguo Testamento, y también en el Nuevo”.
Que la Biblia habla de adivinación nadie lo pone en duda. Unas veces en sentidos figurados o simbólicos, otras claramente, y otras mediante condenaciones rotundas. Veamos algunos ejemplos.
LA COPA DE JOSÉ
El capítulo 44 del Génesis continúa la historia del anterior, con el emocionante relato del reencuentro de José con sus hermanos. Al despedirlos, José se propone hacerles expiar el pecado que habían cometido contra él; con la complicidad del mayordomo pone una copa en el saco de trigo destinado al hermano menor, Benjamín. Se trataba de una copa única, al parecer con poderes adivinatorios.
El texto bíblico pone en boca del propio José estas palabras, que el mayordomo debía repetir a sus hermanos: “Levántate y sigue a esos hombres; y cuando los alcances, diles: ¿Por qué habéis robado mi copa de plata? ¿No es ésta en la que bebe mi señor, y por la que suele adivinar? Habéis hecho mal en lo que hicisteis” ( Génesis 44:4 y todo el 5 ).
La copa de José, según los ocultistas, era utilizada para un sistema de adivinación por el agua que ellos llaman Hidromancia. El agua es considerada como el elemento adivinatorio por excelencia. La Hidromancia utiliza también el aceite. Consiste en echar a cortos intervalos tres piedrecitas en agua limpia y tranquila. De los círculos que se forman en la superficie se deducen los presagios. En otros casos ponen agua en un vaso o copa, añaden aceite y de las figuras que resultan, como en un espejo, creen ver aquello de lo que desean instruirse.
Los comentaristas de la Biblia han tratado de desvincular a José de tales prácticas adivinatorias que, de origen mesopotámico, se hallaban muy extendidas en Egipto. San Agustín decía en el siglo V que José se expresaba en tono jocoso, no serio. Teodoreto, en la misma época, añadía que era un modo de hablar, acomodado al ambiente egipcio.
Para San Juan Crisóstomo, del siglo IV, en Génesis 44:5 no hay más que “la expresión de una inocente adivinación –cleromancia- sin relación con la magia”. Maximiliano García Cordero, profesor de exégesis y de teología bíblica en la Universidad de Salamanca, exculpa a José y escribe que “es una afirmación del mayordomo para impresionar a los sencillos cananeos, presentando a su amo como un experto en magia y, por tanto, conocedor de la conducta secreta de ellos” [1] . No está tan seguro de lo anterior Buenaventura Ubach, monje del monasterio de Montserrat. Dice que José “atribuía su don de adivinación a una causa sobrenatural”, y aún cuando considera improbable “que se hubiese entregado a esa clase de superstición, por boca del mayordomo hablaría probablemente conforme a la reputación de adivino que se había granjeado a los ojos del pueblo” [2] .
José ¿profeta o adivino? Lo veremos en el siguiente capítulio.
[1] Biblia Comentada. Profesores de Salamanca. Biblioteca de Autores Cristianos, Madrid 1967, tomo I.
[2] Dom Buenaventura, EL GÉNESIS, Editorial Lumen, Barcelona 1940.
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